Con el paso del tiempo, el cuerpo humano ha evolucionado para ser físicamente activo. En otras palabras, nuestro cuerpo necesita la actividad física para mantenerse sano y con energía para así poder ejecutar las funciones que requiere durante el día. Realizar ejercicio regularmente o practicar algún deporte es una de las tareas que más benefician a nuestra salud, no solo favorece el funcionamiento del organismo, también es una acción muy favorable para mantener un estado mental saludable y una vida más larga. Al mismo tiempo, es uno de los recursos preventivos más eficientes para combatir un sinfín de enfermedades, entre ellas el síndrome metabólico, que incluye distintos factores de riesgo para padecer una enfermedad cardiovascular, como obesidad abdominal, diabetes tipo II, hipertensión o en casos graves, infartos y derrames cerebrales.
No obstante, la mayoría de las personas adultas y de los niños y adolescentes no desarrolla una actividad física suficiente como para lograr estos beneficios. La mecanización y la tecnología moderna desarrolladas en las últimas décadas han hecho que el género humano sea menos activo físicamente que en cualquier otro momento de su pasado; la vida moderna exige que las personas pasen cada vez más horas del día dedicadas (sentadas) al estudio o al trabajo. Todo esto lleva a un sedentarismo tan alto que ya comienza a considerarse un riesgo para la salud de los seres humanos. La inactividad física en los primeros años de vida está reconocida actualmente como un importante factor coadyuvante en el incremento de los niveles de obesidad y de otros trastornos médicos graves que se observan en niños, niñas y adolescentes. Alarmados por cómo el sedentarismo empieza a impactar en el ritmo de la población infantil y juvenil, el Comité Olímpico Internacional, en conjunto con otras instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), reunió a un grupo de expertos en enero de 2011 para discutir lo importante que es practicar deporte para la salud, aptitud y estado mental de los jóvenes.
De acuerdo con un estudio elaborado por un grupo de especialistas del Centro de Salud y Rendimiento de la Universidad de Guelph, en Canadá, titulado: “Declaración de consenso del Comité Olímpico Internacional sobre la salud y aptitud de los jóvenes a través de la actividad física y el deporte”, se estima que hoy por hoy las características del síndrome metabólico están afectando a entre un 3% y un 14% de los jóvenes a nivel global, lo que favorece el aumento de la obesidad en niños y jóvenes.
Un fenómeno alarmante hoy en día es la aparición del síndrome metabólico en la población infantil y juvenil, si consideramos que hasta hace poco, éste era un padecimiento exclusivo de los adultos; se ha encontrado que existe una estrecha relación entre sobrepeso, obesidad y bajos niveles de actividad física, para que este síndrome se desarrolle. Con base en esto, sin duda las intervenciones de promoción del deporte en esta porción de la población son primordiales para detener este grave problema de salud que parece ir en aumento. Pero no basta con crear y lanzar campañas que solo fomenten la actividad física, la idea sería establecer estrategias publicitarias que puntualicen que niños y jóvenes deberían practicar un mínimo de 40 minutos de actividad física al día, cinco días a la semana y con una duración de, por lo menos, cuatro meses para lograr una mejoría, aparte de informar a los papás los efectos benéficos de mantener una prolongada vida activa: los niveles de lípidos en la sangre de personas jóvenes se mantienen estables; se desarrolla un aparato locomotor (huesos, músculos y articulaciones) sano; un sistema cardiovascular (corazón y pulmones) saludable; se aprende a controlar el sistema neuromuscular (coordinación y control de movimientos); se mantiene un peso corporal saludable; se tiene un mejor control de la ansiedad y depresión; al mismo tiempo que contribuye a un desarrollo social de los jóvenes, permitiéndoles expresarse y fomentar la autoconfianza, la interacción social, integración y sentimientos de satisfacción personal y bienestar mental. También se ha sugerido que los jóvenes activos pueden adoptar con más facilidad otros comportamientos saludables, como evitar el consumo de tabaco, alcohol y drogas; y a que éstos tengan experiencias relacionadas con el éxito, lo que contribuye a su bienestar social, autoestima, percepción sobre su imagen corporal y su nivel de competencia. Además, los niños y niñas con niveles de actividad más elevados presentan asimismo más probabilidades de tener un mejor funcionamiento cognitivo.
El ejercicio físico continuado, acompañado de una dieta equilibrada, va a contribuir a la regulación del peso corporal, evitando la aparición de obesidad, tanto en la infancia como en la vida adulta (el 80% de los adultos obesos han sido niños obesos). También va a ayudar a la prevención de las enfermedades degenerativas como la arteriosclerosis, estrechamente relacionada con las enfermedades cardiovasculares.
¡Hagamos que la infancia sea más activa!